Miembros útiles
Por RODRIGO RIEDER
Hace un tiempo escribí un homenaje a las camas por ser el sitio donde pasamos el mayor tiempo de nuestra vida; ahora deseo ponerme de acuerdo con los lectores y proponerles la lectura de las manos, como nuestras más queridas y leales amigas. Ellas nos acompañan desde cuando entramos al mundo; nos permiten desde pequeños apoyarnos en las barandas e las cunas y de nuestras madres olorosas a amor, a leche y a ternura.
Con las manos comenzamos a abrir desde nuestra infancia; puertas, cuadernos, cajitas y las pequeñas alcancías donde guardamos monedas; las cuales luego en nuestra madurez miramos como si hubiesen sido escamas de pescados.
Son gemelas, iguales casi siempre y aunque viven un poco separadas. La verdad es que viven unidas y acosadas por el deseo de juntarse para hacer quehaceres y ayudarnos a hacer la vida con sus diez dedos laboriosos; ellas están presentes en la lucha diaria y aún en las batallas de las noches, entre las cuales hay que incluir las del amor y las caricias perseguidoras sobre la piel de cada pareja, el éxtasis, la ternura, el orgasmo o el milagro de los hijos.
Hay momentos en en los cuales se cruzan, otros en que reposan sobre las rodillas y en silencio se hacen confidencias mientras miramos como se muere cada día de nuestra existencia; se laceran, maltratan y arrugan. Las manos pulen maderas hasta convertirlas en muebles lisos, brillantes y bonitos, llevan hasta la boca a los alimentos y hasta los ojos los pañuelos que se humedecen con lágrimas o briznas de la vida.
Mirar las manos es hermoso: Verlas en los sembrados recogiendo frutos, igual es hermoso sentirlas entre ruedas, martillos, cordelerías, telares, construyendo juguetes y en los teclados de los computadores. Dando vida a la vida.
Las manos van y vienen con sus dueños por oficinas y talleres; hacen letras, ponen en marcha motores y están trabajando por todas partes: barriendo, escalando, zurciendo, distribuyendo, enseñando y encendiendo cirios en los velorios llenos de lucecitas parpadeantes. Ellas trabajam en armonía.
Hay que amar las manos y evitar por cualquier medio que se corten, cuarteen, o que tengan tropiezos dolorosos; son ellas la prolongación de las manos de Dios y por ello tienen virtudes milagrosas. En verdad siento bien por lo que hacen, hay un poco de todo lo consruido por Dios a cada instante; la historia de las manos, es la historia de todo cuanto se ha hecho en este mundo y quizás de lo que haremos mañana en el otro.
Asi debiesen ser las parejas de casados, rejuntados o concubinos; llamemos como queramos a las parejas buscadoras de felicidad; omemos como ejemplo a las manos: nunca se pelean, ni siquiera discuten, trabajam armoniosamente, cuando una falla, la otra intenta o reemplaza la acción requerida. Esa coordinación entrega simpre un buen resultado para el funcionamiento del cuerpo y e la vida.
Cuidemos nuestras manos; igual a otras partes de nuestro cuerpo. Poco a poco iremos rindiendo homenajes a cada uno de los miembros del físico humano. Ya me los imagino pensando cuando lleguemos a sitios llenos de tabúes en la sociedad actual. LLegaremos allá, si; con la debida altura caracterizada por este escritor de la vida y sus pequeñas cosas; éstas, las reales dueñas de los grandes sujetos constructores de las consideradas equivocadamente como grandezas.
Las partes de nuestro cuerpo, igual a los animales, nos regalan muchos ejemplos de avenencia necesarios para el mejoramiento de las relaciones interpersonales y de buebnos resultados con la naturaleza misma.
Es un escrito para reflexionar sobre uno de nuestros miembros
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