martes, 2 de junio de 2009

Felidad: ¿Cual?

La felicidad la encontramos de acuerdo con nuestra actitud frente a la vida









¿Porque tenga carro último modelo, casa en estrato seis, cuenta en un banco, vista ropa de Oscar de la Renta y sus hijos estudien en colegios con pensiones caras; cree ser más feliz, merecedor de privilegios y ser más importante que aquel personaje residente en una casa humilde, honrado, trabajador, buen padre y respetuoso de las leyes?






Cuan equivocado estamos los imaginantes de la absoluta verdad frente a tal situación.
Julián Martínez cerró el quitipon sin bajarse del burro, con el garabato había soltado la lazada sin púas del alambre broche y después de cerrarlo apuró al jumento para llegar a la puerta de la vivienda de donde salió Rosa sonriente y dispuesta a ayudarlo a bajar los mochilones donde reposaban las yucas, plátanos, malangas, mazorcas y demás viandas complementarias para la alimentación de la familia durante el fin de semana, luego de lo esencial para guardar la provisión y del regreso de Julianito después de haber soltado en el potrero aledaño a “El Morito”, nombre del principal medio de transportes de la familia Martínez Colón, se reunieron los cuatro después de que Omaida, la menos del grupo se adhiriera a sus padres y su hermano a un coloquio alrededor de la mesa ubicada al frente de la hornilla donde Rosa acababa de bajar del fogón una olla con humeante y fresco café con el cual se iniciaba la comida de la tarde.
Hablaban por turnos sobre los temas del colegio de los jovencitos y de la maestra de la vereda, de los conejos capturados con los lazos de alambre liso puestos por Julianito, Omaida se refería a los tendidos de ropa sostenidos por la troja donde las hortalizas alzadas para evitar a las gallinas, necesitaban una reparación y Rosa ponía al tanto al grupo sobre su viaje al poblado para comprar sal, aceite y azúcar.
En la noche cada quien sobre una poltrona en el patio a cielo abierto, observaban la luna, mirraban en el trasluz a las candilejas y los cucuyos, escucharon juntos los sonidos del campo, olieron los aromas de los heliotropos crecidos en las orillas de la acequia cercana y narraron cuentos criollos e historias de antepasados muertos y vivos en sus memorias.
En una parte de la ciudad, Álvaro Muñoz entró conduciendo su carro al garaje, bajó corriendo, gritó a Carmen, la de servicios generales, para encontrar servido en la mesa el almuerzo hasta las seis de la tarde no había podido ingerir nada, miró sobre la mesa los 20 recibos de cobro de las mensualidaddes de: agua, luz, cable, gas, periódico, internet, colegio, universidad, casa, teléfono, celular, obligaciones bancarias Etc. Algunos de ellos estaban atrasados o con una orden de corte señalado por una tijera pintada; eso lo mortificó un poco, luego se exaltó cuando se enteró sobre la ausencia de su esposa, quien estaba al parecer conversando con amigas en el club, la hija mayor se había ido de paseo en el automóvil nuevo con el novio y el menorcito había llamado por teléfono para decir que dormiría en casa de la vecina del dueño del almacén más grande de la ciudad.
Álvaro se molestó cuando aligeraba los alimentos fríos, la muchacha solo lo había esperado un poco para luego salir a la puerta a hablar con el celador del barrio; no había encontrado las madias parecidas al color de su pantalón, una orden de embargo del Juzgado civil estaba pisada por el frutero de la mesa del comedor y debía apresurarse si quería llegar a tiempo al sitio donde lo esperaba un comprador de ganado de quien había ya recibido un dinero y se disponía a visitar la finca para llevarse las vacas negociadas en días pasados y de las cuales algunas estaban muertas por efectos de la aftosa.
No quiero ahondar más, pero podemos sacar conclusiones en cual de los dos grupos está presente con mayor énfasis la felicidad.
Esta es una historia real, tomada de las constantes visitas realizadas en el entorno donde me muevo. Agréguele a sus cavilaciones después de leerme; muchos ingredientes más noconsignagnados acá por cuestiones de espacios periodísticos y, podrá concluir sobre la importancia de tener dinero y la de ser felíz sin la necesidad prioritaria de tenerlo por montones.

¿Felicidad donde esta?




La felicidad la encontramos de acuerdo con nuestra actitud frente a la vida






¿Porque tenga carro último modelo, casa en estrato seis, cuenta en un banco, vista ropa de Oscar de la Renta y sus hijos estudien en colegios con pensiones caras; cree ser más feliz, merecedor de privilegios y ser más importante que aquel personaje residente en una casa humilde, honrado, trabajador, buen padre y respetuoso de las leyes?





Cuan equivocado estamos los imaginantes de la absoluta verdad frente a tal situación.
Julián Martínez cerró el quitipon sin bajarse del burro, con el garabato había soltado la lazada sin púas del alambre broche y después de cerrarlo apuró al jumento para llegar a la puerta de la vivienda de donde salió Rosa sonriente y dispuesta a ayudarlo a bajar los mochilones donde reposaban las yucas, plátanos, malangas, mazorcas y demás viandas complementarias para la alimentación de la familia durante el fin de semana, luego de lo esencial para guardar la provisión y del regreso de Julianito después de haber soltado en el potrero aledaño a “El Morito”, nombre del principal medio de transportes de la familia Martínez Colón, se reunieron los cuatro después de que Omaida, la menos del grupo se adhiriera a sus padres y su hermano a un coloquio alrededor de la mesa ubicada al frente de la hornilla donde Rosa acababa de bajar del fogón una olla con humeante y fresco café con el cual se iniciaba la comida de la tarde.





Hablaban por turnos sobre los temas del colegio de los jovencitos y de la maestra de la vereda, de los conejos capturados con los lazos de alambre liso puestos por Julianito, Omaida se refería a los tendidos de ropa sostenidos por la troja donde las hortalizas alzadas para evitar a las gallinas, necesitaban una reparación y Rosa ponía al tanto al grupo sobre su viaje al poblado para comprar sal, aceite y azúcar.
En la noche cada quien sobre una poltrona en el patio a cielo abierto, observaban la luna, mirraban en el trasluz a las candilejas y los cucuyos, escucharon juntos los sonidos del campo, olieron los aromas de los heliotropos crecidos en las orillas de la acequia cercana y narraron cuentos criollos e historias de antepasados muertos y vivos en sus memorias.




En una parte de la ciudad, Álvaro Muñoz entró conduciendo su carro al garaje, bajó corriendo, gritó a Carmen, la de servicios generales, para encontrar servido en la mesa el almuerzo hasta las seis de la tarde no había podido ingerir nada, miró sobre la mesa los 20 recibos de cobro de las mensualidaddes de: agua, luz, cable, gas, periódico, internet, colegio, universidad, casa, teléfono, celular, obligaciones bancarias Etc. Algunos de ellos estaban atrasados o con una orden de corte señalado por una tijera pintada; eso lo mortificó un poco, luego se exaltó cuando se enteró sobre la ausencia de su esposa, quien estaba al parecer conversando con amigas en el club, la hija mayor se había ido de paseo en el automóvil nuevo con el novio y el menorcito había llamado por teléfono para decir que dormiría en casa de la vecina del dueño del almacén más grande de la ciudad.
Álvaro se molestó cuando aligeraba los alimentos fríos, la muchacha solo lo había esperado un poco para luego salir a la puerta a hablar con el celador del barrio; no había encontrado las madias parecidas al color de su pantalón, una orden de embargo del Juzgado civil estaba pisada por el frutero de la mesa del comedor y debía apresurarse si quería llegar a tiempo al sitio donde lo esperaba un comprador de ganado de quien había ya recibido un dinero y se disponía a visitar la finca para llevarse las vacas negociadas en días pasados y de las cuales algunas estaban muertas por efectos de la aftosa.
No quiero ahondar más, pero podemos sacar conclusiones en cual de los dos grupos está presente con mayor énfasis la felicidad.
Esta es una historia real, tomada de las constantes visitas realizadas en el entorno donde me muevo. Agréguele a sus cavilaciones después de leerme; muchos ingredientes más no consignagnados acá por cuestiones de espacios periodísticos y, podrá concluir sobre la importancia de tener dinero y la de ser felíz sin la necesidad prioritaria de tenerlo por montones.

Mar, tangos, perlas y acordeones










En los 18 meses que viví en Puerto Rico, acostumbraba a visitar el muelle en San Juan y por los lados de Bayamón, Ponce, Mayagüez, Arecibo y Caguas, siempre me acerque a donde hubiesen barcos fondeados.
Cuando aprendí fotografía, mis primeras graficas se las hice a los barcos, a sus capitanes y marineros que me impresionaban siempre por mi condición de vallenato mediterráneo.
Los navegantes son siempre veteranos del océano, pues hablan de cosas que no conocemos los hombres de tierra. Ellos son tristes casi todos y tienen una profundidad tremenda en la mirada cansada de observar horizontes infinitos, pero despiertan el deseo de hablar con ellos y escuchar experiencias que tienen los tintes de raras para los que conocemos poco al mar.



Amigos hipies en mi juventud (cerca a Ponce) Kevin, Laskon; Katia y yo .



Muchos usan pipas que succionan lentamente, una gran mayoría se ponen franelas a rayas, cachuchas o boinas y se tatúan la piel. Debe ser a causa de la desocupación y el tedio en la cubierta de sus barcos, después de haber echo las labores de aseo y otros menesteres.
Mario Iglesias es un retirado capitán argentino que conocí en Puerto Rico, con él viajé a Porlamar en la isla de Margarita, a Puerto España en Trinidad y a las Guayana Holandesas hoy Surinam. Compramos perlas y negociamos diamantes en un ambiente hostil pero sin los tintes mafiosos que hoy se dan en las cosas ilegales.
Vino a verme después de 20 años cuando lo dejé en Caracas tratando de casar a su hija, quien había venido con él desde Salta, su tierra.
Me reparó de pies a cabeza, los pies pesados y la canosidad de su cabeza me dieron a entender que estaba cansado de vivir. Trajo mate, y resinas de la pampa; pantalones anchos y gafas oscuras. Hablamos dos días seguidos y me contó de sus nietos, del fútbol, de Buenos Aires, del río La Plata y de sus viajes a Montevideo donde reside su hija.
Le prendí el equipo, le brindé aguardiente, tomamos café y escuchamos vallenatos toda una noche. Se enamoró de la música y eso me agradó. Entre los músicos que sobresalieron a su gusto; prívense: Alejo Durán, Diomedes, Alfredo Gutiérrez y Luis Enrique Martínez y, eso que le presenté a los interpretes nuevos también.
Ello me dio una lección sobre lo que hemos venido transmitiendo siempre a los nuevos artistas de la composición, el canto y la ejecución. Lo que se está grabando ahorita, es música para un rato; todavía aquellos de ayer siguen gustando y si no lo creemos, sintonicemos una emisora seria y escucharemos a los mismos de ayer ejecutando y cantando sus melodías y a los de hoy interpretando los cantos y melodías de los de ayer.
En estos momentos, cuando escuchamos una canción que va por la mitad de su interpretación musical, sin escuchar la letra no sabemos cual es, pues el pum pum rápido y raudo, es igual en todas.
No entendemos como acordeoneros como Israel Romero, otrora tan bueno, haya caído en el jueguito en el que están asomados otros de iguales buenas condiciones como Omar Geles y muchos, pero muchos más, contagiados con el firifíri.
Y son bastantes, pero nombro a éstos que admiro tanto y que me causan un fuerte dolor al notarlos impregnados de una forma de ejecutar el instrumento que tanto conocen y al cual le pueden sacar tantas notas bellas conservando las raíces del folclor musical mas hermoso de Colombia.
Mario Iglesias es un Argentino al que nunca la gustaron los tangos; hoy observo a muchos acordeoneros que no les gusta el vallenato; Mario sigue degustando mate, acordándose de su pampa y de su delta, mientras que mis paisanos distorsionar la música que les ha dado grandeza. Eso me hizo pensar que debemos buscar la forma de inculcar didácticamente a los músicos nuestros; el valor de este bello folclor de Francisco El Hombre, pues ellos no lo quieren entender de otra manera.
Cerro Murillo en Valledupar.
A él le han cantado muchos
compositores de
música vallenata

Ringo sin pistolas

Alguien me dijo una vez “Me gustaría vivir en un pueblo para tener un patio igual al de una finca” Eso me hizo recordar a Ringo en Codazzi; es Luis Felipe Rodríguez Romero; un hombre sesentón, ojos verdes, de mediana estatura y la agilidad de gato rociado con agua caliente; con él vi las primeras películas en el cine Tiyíco en Codazzi, pues siempre tuvo a cargo las maquinas de proyección y fue mi compañero de regreso a casa después de cerrar el establecimiento. Ringo recibió el apodo, del pueblo cineasta y observador de sus emociones después de la proyección cada genero italiano llevado al cine en su oportunidad, una época en que se renovaron las películas de pistoleros y los disparos tuvieron otros sonidos igual que las caídas de los abatidos y los estilos de desenfundar los revólveres de los chachos. Es de los pocos familiares residentes en mi pueblo natal, junto a José Alberto Edith Marina y Marcelino tratan de conservar la esencia de la pulcritud y la honradez con que mi tía Teresa y mi abuela Rosa Romero criaron a sus descendientes. Un patio amplio y sombrío es lo deseado por cualquier costeño, igual una vivienda clara y con circulación interna del aire fresco de las mañanas y bonitas tardes caribeñas. Esto parece no entusiasmar a los arquitectos, ingenieros y diseñadores modernos; quienes se han enfrascados en someter a la sociedad calentana a sufrir las incomodidades y los desajustes con la realidad y el entorno en los diseños habitacionales elaborados en la contemporaneidad donde nos someten a unos pocos metros para nuestros patios, ventanas diseñadas para climas fríos, escaleras conducentes a segundos y terceros pisos e incómodos y apretados baños no ajustados a una real necesidad habitacional. No es explicable como en la costa, donde no existen limitaciones de espacios horizontales se hagan diseños de tal naturaleza, cuando disponemos de todo el espacio posible sin los estorbos de terraplenes, rocosidades, altos costos u otras limitaciones que impidas construir viviendas acordes con los arraigos, costumbres y posibilidades de los viviendistas.

 Por ello y por muchas cosas más, me gusta ir a la casa de Ringo en Codazzi; él mismo dirigió la construcción hace unos años. Una amplia sala cuya decoración parece estar llenas de corales y diamantes de ensueños, la oficina de Aura su esposa, o bien sea la cocina, es una delicia en todo sus contenidos, amplios cuartos poseedores de ventanas resolladotas anteceden a lo más bonito de la sencilla morada de la ejemplar pareja. Sombras regaladas por guanábanos, caimitos, marañones y un guásimo hermoso, dejan sentir al visitante una sensación de vivir la vida a plenitud; es la única parte donde tomo trago cada año cuando voy a mi pueblo; allí lloro, río, cuento y chismoseo los sucesos cotidianos de la real y mentirosa vida donde me movilizo. Me abrazo a mi tío en las madrugadas de los recuerdos mozos y prevemos cosas de las cuales no estamos seguros. Él es mi amigo, sino el único. Reflexionamos sobre las hormigas y los problemas mundiales, sobre la estrechez de los bolsillos y de las viviendas de los nuevos arquitectos surtidores de las incomodas casa del momento , de la situación de Codazzi y la políticas presidenciales; sobre las condiciones actuales del ser y los errores cometidos por nosotros mismos; el me enseña y yo hago igual, pero el sigue siendo “El Ringo” con las pistolas del amor filial y del cariño del familiar amigo y bueno. Dios me lo bendiga.
JULIO DE LA ROSA; AMIGO ESPECIAL


En el Valledupar de mis amores:


Alguna vez de mi vida lo vi llegar con las botas puestas; estábamos sentados, el difunto locutor Alfonso Gil Navarro y yo en una cafetería junto a la hoy desaparecida Ondas de Macondo cuando llegó Julio con una correa gruesa ceñida a la cintura, botas puntuadas y gafas oscuras, en la esquina habló un rato con “El Nene Arepa”, encargado de dirigir le emisora en esos tiempos tan buenos para la radio Cesarense y luego se marchó, me acordé de Aníbal Velásquez en su época de oro, entonces Gil Navarro me puso al tanto, pues yo hacía radio en otra parte en esos momentos y supe del barranquillero que estaba incursionando en la radio vallenata con una fuerza tremenda.
Hoy analizo al mes de Julio después de sus 31 días y entrando al octavo mes del año recuerdo cuando vi en el colegio la biografía de Julio Cesar, de quien se tomo el nombre por los romanos 44 años antes de nacer Jesús, para darle el nombre a tal mes del calendario hoy modernizado.
En cada madrugada es una costumbre escuchar en Valledupar, la voz apretada, crítica y franca de Julio de la Rosa. Yo le he dicho siempre “Pintita” como él se dirige a muchos; he tenido programas mañaneros paralelos con él sin que nunca hayamos entrado en competencia y lo he admirado mucho por la férrea condición de su personalidad, su condición de hombre despreocupado por los habituales atormentes que presenta la vida, lo buen amigo y su capacidad de adaptación a las circunstancias de la vida.
No se porqué razón sus padres lo llamaron Julio como cada séptimo mes del año, pero si creo que el primer apellido le llega de las rosáceas donde se dan las rosas fragantes y de corolas tupidas con tallos espinosos, donde hay hojas alternas, ásperas, pecioladas compuestas de números impares. La mayoría de ellas son terminales en solitarias o racimos con cáliz aovado o redondo, en fin una bella muestra de la naturaleza para que fuese tomado por los españoles para formar algún apellido que hoy con los antepuestos del castellano usa la familia de De la Rosa.
El Insignares debe venir de insignia; en fin, si no es así, ya acá lo adoptamos como tal, Julio de la Rosa e Indignares se convirtió en una insignia de la radio vallenata y eso es motivo de gran satisfacción para sus amigos, dentro de los cuales me cuento.
Buen lector de noticias, lo hizo y lo hace muchas veces, conocedor de salsas y rancheras; amante del folclor vallenato, político, discursero, le fascinan los boleros finos y de gusto exquisito para cualquier aire o ritmo que endulce el oído de buena manera, ha hecho escuela de locutores, de amigos y de buenas mujeres, amante del billar y noble con sus amistades; Julio es considerado desde hace rato como un vallenato más.
Pero lo mejor de él está en su condición de critico a lo mal hecho, al abuso y las malas costumbres, debió tener una formación rígida; ayer lo oí y está igual, un poco cansado guturalmente, pero conservando el timbre y la energía de los buenos locutores.
No le damos fama, solo hacemos un reconocimiento a éste gran valor de tantos años abriendo voz en nuestros radiorreceptores y dejándose ver poco en las horas tempraneras de cada día. Pongo de ejemplo a Julio ante los nuevos valores; él es un hombre sencillo y buen colega, responsable con su profesión y persistente en un estilo único que a muchos gusta. No se las da de saber más que nadie, pero si lo sabe hacer mejor que cualquiera.
Poca importancia la ha dado al dinero, pero si a sus amistades y a su profesión; me enorgullezco de estar en ese medio aunque la hostilidad y el celo estén presentes entre el colegaje, en él no es así y ello me llena de satisfacción.
Adelante Julio.
roridu@hotmail.com