sábado, 30 de mayo de 2009

HOMENAJE A LAS MANOS




Miembros útiles



Por RODRIGO RIEDER



Hace un tiempo escribí un homenaje a las camas por ser el sitio donde pasamos el mayor tiempo de nuestra vida; ahora deseo ponerme de acuerdo con los lectores y proponerles la lectura de las manos, como nuestras más queridas y leales amigas. Ellas nos acompañan desde cuando entramos al mundo; nos permiten desde pequeños apoyarnos en las barandas e las cunas y de nuestras madres olorosas a amor, a leche y a ternura.
Con las manos comenzamos a abrir desde nuestra infancia; puertas, cuadernos, cajitas y las pequeñas alcancías donde guardamos monedas; las cuales luego en nuestra madurez miramos como si hubiesen sido escamas de pescados.
Son gemelas, iguales casi siempre y aunque viven un poco separadas. La verdad es que viven unidas y acosadas por el deseo de juntarse para hacer quehaceres y ayudarnos a hacer la vida con sus diez dedos laboriosos; ellas están presentes en la lucha diaria y aún en las batallas de las noches, entre las cuales hay que incluir las del amor y las caricias perseguidoras sobre la piel de cada pareja, el éxtasis, la ternura, el orgasmo o el milagro de los hijos.
Hay momentos en en los cuales se cruzan, otros en que reposan sobre las rodillas y en silencio se hacen confidencias mientras miramos como se muere cada día de nuestra existencia; se laceran, maltratan y arrugan. Las manos pulen maderas hasta convertirlas en muebles lisos, brillantes y bonitos, llevan hasta la boca a los alimentos y hasta los ojos los pañuelos que se humedecen con lágrimas o briznas de la vida.
Mirar las manos es hermoso: Verlas en los sembrados recogiendo frutos, igual es hermoso sentirlas entre ruedas, martillos, cordelerías, telares, construyendo juguetes y en los teclados de los computadores. Dando vida a la vida.
Las manos van y vienen con sus dueños por oficinas y talleres; hacen letras, ponen en marcha motores y están trabajando por todas partes: barriendo, escalando, zurciendo, distribuyendo, enseñando y encendiendo cirios en los velorios llenos de lucecitas parpadeantes. Ellas trabajam en armonía.
Hay que amar las manos y evitar por cualquier medio que se corten, cuarteen, o que tengan tropiezos dolorosos; son ellas la prolongación de las manos de Dios y por ello tienen virtudes milagrosas. En verdad siento bien por lo que hacen, hay un poco de todo lo consruido por Dios a cada instante; la historia de las manos, es la historia de todo cuanto se ha hecho en este mundo y quizás de lo que haremos mañana en el otro.
Asi debiesen ser las parejas de casados, rejuntados o concubinos; llamemos como queramos a las parejas buscadoras de felicidad; omemos como ejemplo a las manos: nunca se pelean, ni siquiera discuten, trabajam armoniosamente, cuando una falla, la otra intenta o reemplaza la acción requerida. Esa coordinación entrega simpre un buen resultado para el funcionamiento del cuerpo y e la vida.
Cuidemos nuestras manos; igual a otras partes de nuestro cuerpo. Poco a poco iremos rindiendo homenajes a cada uno de los miembros del físico humano. Ya me los imagino pensando cuando lleguemos a sitios llenos de tabúes en la sociedad actual. LLegaremos allá, si; con la debida altura caracterizada por este escritor de la vida y sus pequeñas cosas; éstas, las reales dueñas de los grandes sujetos constructores de las consideradas equivocadamente como grandezas.
Las partes de nuestro cuerpo, igual a los animales, nos regalan muchos ejemplos de avenencia necesarios para el mejoramiento de las relaciones interpersonales y de buebnos resultados con la naturaleza misma.

La Muerte

LA MUERTE: HERMOSA Y BELLA MANIFESTACION


Por: Rodrigo Rieder



Los domingos en Valledupar se deben aprovechar con mucho cuidado, pues es poco lo que hay que hacer; en unos de esos aburrimientos cotidianos de los fines de semana, en los que muchas personas se dedican a jugar dominó en las puertas de sus casas o a libar alcohol, si acaso no se van al río. Me fui a Los Jardines del Ecce homo a vivir un rato con los muertos.
Es un bonito parque cementerio, allí me senté a la sombra de un árbol y me puse a contar sepulturas y a observar las flores, muchas ya marchitas, otras artificiales; algunas acomodadas alrededor de los limites de la propiedad de cada difuntos, otras en círculos, y las tumbas más solitarias, en cualquier parte reservaban los manojos; algunos maltrechos, otros mallugados.
La sección más nueva de estar recibiendo cadáveres, estaba repleta de visitantes, mientras que los lugares por donde hace algún tiempo se comenzó la siembra de despojos, estaba desolada proporcionalmente con las otras que a cada a cada medida del tiempo pasadp, iban mostrando el olvido de sus dolientes.

Eso me trajo a la mente, que los muertos como el amor y otras manifestaciones, son olvidadas con el paso de los años. En la parte nueva había una circulación animada de señoras de edad madura más que todo, con sus vestidos negros todavía, arreglando y regando con agua y lagrimas una que otra tumba, mientras que en los otros lugares se denotaba menos decoraciones y, los escasos visitantes presentaban vestiduras coloridas, pequeños grupos de viejos acompañados por jóvenes y niños hacian la visita en medio de animadas charlas denotando el olvido al dolor sentido en los primeros momentos de la partida del difunto.
Como todo es posible en este mundo, lo mismo que en el otro, pensé que, podría ser que un día regresarían los muertos a descifrarnos los secretos que ellos ya conocen; podría ser que ellos retornaran y nos contaran lo que ocurre más allá de las tumbas y del misterio todavía inviolado.
En caso de que esto ocurriera, no me inclino del lado de las cosas amargas, de los castigos implacables y eternos; puede ser que cuenten cosas increíbles, bellas y del mismo linaje de los sueños despiertos de los hombres buenos y de la poesía, que no tienen desenlaces dolorosos y tristes, si no relatos maravillosos, de esos que derrotan el temor, las agonías, las funerarias y esas otras cosas que simbolizan y consagran la muerte, tan temida, tan desacreditada y tan oscura.
Si los muertos hablaran y volvieran con sus desconocidas y esperadas palabras, tal vez nos dirían que morir no duele nada, que hacerlo es entrar al reino de la luz y de las flores que nunca se marchitan; poder perder peso sin ninguna dieta, o mejor sentirnos sin ningún peso encima y poder caminar sobre la brisa hasta el fuego de la estrella más lejana, si tener la posibilidad de caer en cualquier sitio, conservando la transparencia y la serenidad. Que bello sería; ¿verdad?
Si conociéramos los vivos eso; dejaríamos de visitar a las tumbas y comenzaríamos a envidiar la muerte, porque así es el hombre. Queremos el bienestar que el otro tiene; entonces entraríamos a querer morirnos. En los muertos desaparece la noción del tiempo, de espacio y de remordimiento; pienso que en sus adentros todo es salud, plenitud y esplendor, no hay zozobras ni oficinas, ni vanidades, tampoco patrones, ni palabras vanas, no hay; aguaceros, incertidumbres, porvenires, limitaciones, accidentes, pesadillas, traición, celos, ni dolor; tampoco existen las esperas frente a una secretaria grosera, o esas manifestaciones que hay que soportar sabiendo que son falsas y que debemos creelas como ciertas.
Pienso que tras la muerte solo hay cosas buenas que se pasean sonriendo sobre las cruces y los terraplenes de tierra, en forma suave y silenciosa como el volar de las mariposas, pero que ese es un vuelo eterno donde no se pierde nada, pues no hay que hacer ningún esfuerzo para cruzar los mundos que tiene el universo.
Si llegasemos a conocer la muerte; entonces estariamos deseando morirnos.

Palomas mansas


Por. Rodrigo Rieder Durán


“EL HOMBRE DE LAS PALOMAS”


Hay una lección que diariamente recibimos los vallenatos; una lección de amor, de costumbre y de entendimiento simple que nos entrega el humano y el animal. Ayer cuando caminaba por la plaza Alfonso López un señor común y corriente montado en una motocicleta pequeña montó el bordillo de acceso al centrodel amplio lugar y con un pito de jeep de bastantes decibeles, pitó insistentemente; luego sobre el centro del lugar donde él se había estacionado, se arremolinó un grupo de palomas caseras que en círculos volaron por un rato hasta que después que le vieron sacar una manotada de alimento de la bolsa, bajaron a comer en un desordenado grupo.
Detenido y analizando alguien que no había sentido llegar a mi lado y que al parecer es residente cercano del lugar, comentó: “ya no las veremos neceando durante el resto del día”.
Supongo que otros habrás escrito sobre esta habitual buena costumbre del personaje que diariamente viene a alimentar las palomas de la plaza; pero pienso que la acción nos da para pensar y proyectar muchas cosas.



¿Cuantas acciones buenas hacemos nosotros cada mes, o cada semana o mejor, diariamente? Asisto a una iglesia donde se predica lo que Jesús vino a enseñarnos en su corta visita a la tierra y, ello me ha sensibilizado siempre. Una de esas cosas nos habla que debemos dar sin esperar recibir, así como el señor de las palomas y como Jesús nos los dijo y ejemplarizó; pero. ¿somos capaces de ello?
Dios nos ha puesto tareas difíciles y para cumplirlas debemos mantener el alma y espíritu dispuesto. A veces nos deja pensando una acción equivocada del sacerdote, pastor, diacono o ujier que está metido siempre en la Palabra de Dios y además la propaga; sobre todo cuando toma pasajes de Ella para acomodar situaciones a las cuales Él no se refería y que se relacionan con los comportamientos actuales del individuo frente a: perdón, diezmos, formas de entregar el amor, primicias, respeto por las creencias de los demás, siembras (que muchas veces tienen referencias distintas a las siembras monetarias a que ser refieren algunos), valoración y valoramiento de los pecados, pactos, limosnas e infinidades de cosas que se relacionan con el dar y no esperar recibir.
Jesús nos habló de poner la otra mejilla cuando se nos golpeara en una, nos dijo que si se nos pedía algo con que cubrir el cuerpo diéramos más de la capa y que al que nos pidiera, le entregáramos. Pero sigo sin entender como en muchos casos, algunos terrenales religiosos, nos piden que demos y ellos no dan teniendo mucho; cuando me refiero a mucho, no quiero referirme solo a lo material; hay para dar cosas buenas como: comprensión amor, tolerancia, silencio cuando se debe y palabras cuando se necesitan, perdón, sonrisas, abrazos, saludos, llamados e, infinidades de cosas buenas que no se compadecen con el odio, el chisme, las irreverencias, el orgullo, la envidia, la calumnia y muchas cosas más que son producto del envenenamiento que mantenemos en el alma y que al igual que el licor, el cigarrillo, el juego y otros vicios, nos hacen infelices.
Por ello me llegó tanto la conducta amorosa del hombre que diariamente llega a alimentar las palomas en la plaza Alfonso López, ese es un acto parecido al que Jesús nos ha enseñado y debe seguirse como ejemplo; por el desinterés de su protagonista en recibir retribución alguna de las aves y por muchas otras cosas más que se relacionan con el comportamiento del hombre moderno.
Hoy se piensa en dar para recibir; en el, si no me das nada te entrego, inclusive; en el amor, en la amistad, en la vecindad, en los grupos y las individualidades de todo tipo y genero, se demarca un egoísmo que nos hace ver como seres contaminados por la cosas que Jesús no nos enseñó.
Una vez acompañé como muchas veces, a una concentración donde se habló de la palabra de Dios y luego a la hora de comer, vi como los organizadores, conferencistas, directores y demás, no respetaron turnos para recibir el alimento y muchos captaron platos aduciendo familiaridad y preferencias que desencajaron con las cosas pregonadas en los temas tratados; me imaginé a Jesús allí haciendo cola humildemente, estando seguro que Él hubiese sido el último en recibir el plato y el primero en ceder puestos a los más hambriento. Miremos y leamos al libro de Corintios 13 desde el versículo 3 hasta el 8. ESE ES EL VERDADERO AMOR.

Franz Rieder: ¿te mataron sobrino?


Franz Rieder Carrillo:
Se fue para siempre mi sobrino

Por: Rodrigo Rieder Durán

Hoy después de muchos años retomo ésta columna criticona tras la invitación de José Orellano, mi amigo de mil batallas periodísticas y quien como yo viene de reponerse de la pérdida de un ser querido.
José me contaba que en los últimos días antes de venirse a Valledupar había compartido mucho junto con su papá y que habían sido unos agradables y hermosos momentos, que se había sentido niño, había jugado con el progenitor de sus días atesorando de paso los más bellos recuerdos que hoy cada vez que le llegan a la memoria, dibujan una sonrisa en su rostro.
Parecido el caso de lo vivido en los últimos 10 meses, cuando dos sobrinos perdieron la vida en la ciudad de Medellín. Solo que la similitud se da en el caso sentimental y los bellos recuerdos que conservo de ellos; Rodolfo Mauricio y Franz encontraron la muerte en forma trágica en las calles y avenidas de la ciudad de la “Eterna Primavera”. El primero era el más joven, con apenas 23 años encontró la muerte en un accidente tras salirse de la vía regresando de la Universidad a alta velocidad y tras el festejo de un exitoso semestre de ingeniería y Franz, mi sobrino mayor fue asesinado la semana pasada cuando esperaba el cambio de luz en un semáforo para subir a casa de su padre, mi hermano Rodolfo.
Es muy duro recoger a un hijo recién muerto violentamente como le pasó a él. Pensó cuando vio a la policía y a un grupo de curiosos alrededor del vehículo que conducía el muchacho y que se trataba de un retén de la policía, se apeó para investigar que pasaba con su hijo, uno de los agentes le dijo al ser preguntado: mataron al conductor. Para robarlo.
Cuán grande fue su sorpresa al encontrar a su hijo bañado en sangre con un tiro en la cabeza. Un desconocido había terminado con su vida tras la intención de robar su carro.
Allí se truncó otra vida y se sembró un dolor en el corazón de una familia; nunca estaremos de acuerdo con la muerte cuando llega inesperadamente. Miré a José Orellano a los ojos mientras pensaba en esto y me di cuenta que las visitas que habíamos recibido, eran parecidas pero no iguales. La pérdida de su padre le llegó cuando él estaba en constante contacto con uno de sus seres más queridos cuya vida se apagó tras el llamado natural de Dios; a mis dos sobrinos se les fue la vida cuando apenas la comenzaban a disfrutarla y en circunstancias trágicas que dejan un sabor amargo y una inconformidad que llega a la memoria en cada momento que vemos a los jóvenes conduciendo a altas velocidades en barrios residenciales, como el caso que se da en el sector de Arizona acá en Valledupar, donde unos hijos de papi, al parecer enamorados de alguna quinceañera del sector hacen rechinar las llantas de sus burbujas y tomando vueltas de película hacen salir a las madres con hijos pequeños del sector a revisar los frentes de sus viviendas para proteger a sus párvulos.

También vino a la memoria el fatal recuerdo cuando ayer un jovencito corría detrás de la gobernación con una cadena de oro en la mano que había rapado a una señora hacía unos momentos y trataba de huir de sus perseguidores que con gritos y chiflidos trataban de sugestionarlo para que tirara el producto de su robo; cosa que no se dio pero que tampoco dejó resultados fatales donde se perdiera una vida.
Así son las cosas de la vida que nos hacen pensar que los hijos necesitan ser corregidos oportunamente para que no cometan las imprudencias que luego nos traen el luto, la desesperanza, la tristeza, su falta y la culpa.
El caso de José fue un designio de Dios, como también pudo serlo el de mis sobrinos, pero algo habría podido hacerse si acostumbramos a nuestros descendientes a ser prudentes, respetar las reglas de la vida, a ser prevenidos y hasta desconfiados en ciertos momentos, obedientes de sus padres y en general a respetar los diez mandamientos de Dios.