jueves, 6 de diciembre de 2012

Juan sin Miedo comprende a Papo.


Por Rodrigo Rieder



Juan sin Miedo era un soñador que siempre pensó que la vida estaba llenas de simplezas y así trataba a todos los seres que conocía, hasta el punto de confiar en la honestidad de la gente a pesar de que se daba cuenta de quién o quienes mentían; se hacia el que creía y seguía por la vida cada día conociendo más de ella. “Llegué a creer ser dueño de mi vida, hasta que un sacerdote me dijo que mi vida pertenecía a Dios”; comentó una vez cuando alguien le dijo que solo era propietario de una posible pensión que no había tramitado.

Se había modernizado hasta el punto de manejar computadores, tablas electrónicas, teléfonos celulares, juegos de videos y demás, pero de nada le servía pues algunas veces recibía humillaciones de los propietarios físicos de los elemento por ocuparlos, basado en la forma simple como él veía el mundo. “Pensé equivocadamente en el desinterés de las personas”; dijo a su amigo de Oaxaca, una vez que recibió su visita en una vivienda que compartía en el sector viejo de Tampico.
Juan sin Miedo, nunca odió a nadie; ni siquiera a los que los trataban con desdén a pesar de estar emparentado con los que le hacían desplantes solo porque los incomodaba con su presencia en el lugar que ellos antes ocupaban. No fumaba, no era amigo de los juegos de azar, no consumía licor, ni drogas alucinógenas, pensaba que la mentira era una falsedad genuina o una falsedad selectiva y la usaba cuando deseaba mostrar algo en su estilo particular de decir las cosas, pero se trataba de un hombre sano. “Mentir es un recurso fácil de valer sin tener que pasar por esfuerzos ni penurias, aunque el precio que se corre es la posibilidad de ser descubierto”, así pensaba él de la mentira.

Tenía un carnal que como Sancho Panza siempre lo acompañaba a todos los lugares por donde circulaba, igual al “Quijote”. Con él discutía muchas cosas en silencio, pues había aprendido a hacerlo después de varios altercados donde prefería silenciarse para mantener el aprecio por su carnal, quién además hacía de confidente medio fidedigno de todos sus secretos. Pepe era agresivo y mal hablado en muchas oportunidades, pero Juan sin Miedo aprendió a manejar de cierta forma su temperamento logrando minimizar las bochornosas discusiones que en la mayoría de las veces se ocasionaban por circunstancias baladíes.

Juan sin Miedo, hombre muy hábil en manualidades e ideas, se enredaba muchas veces en sus pensamientos y en sus palabras, haciéndoselas incomprensibles a Papo; quien, por su parte, recurrirá a los refranes o a hechos pasados y sucedidos en su familia para compensar su ignorancia en muchos temas. Algunos ejemplos son:

• Donde una puerta se cierra otra se abre

• No es con quien naces, sino con quien vivas

• De noche todos los gatos son pardos

• Ándeme yo caliente, ríase la gente

• Cuando a Roma fueres, haz como vieres



Igual Papo, se mostraba iracundo y rabioso cuando se equivocaba en algún acontecer, dicho o hecho o cuando Juan sin Miedo hacia las cosas a su entender desconociendo las indicaciones de su carnal.

Juan sin Miedo jamás se interesó por el dinero, jamás hablaba de él, ni hacía referencias a los esfuerzos que hacía para complacer a los de su entorno, no se creía una persona excepcional, peri si le gustaba que las personas que amaba y aunque fuesen pocas, le dieran su valor frente a los demás, él lo hacía así y exteriorizaba siempre: “quién crea quererme debe amar a las personas que yo amo”, así andaba por su México del alma, cantando rancheras, amando los cactus de su Sonora del recuerdo que enterró aquel día que decidió caminar por la vida junto a Papo.

Una vez llegó a casa de Juana, una vieja amiga de Tampico y al presentarle a Papo le dijo: “tú eres mi familia pero esta persona que te presento me acompaña en mis triunfos que son pocos y, en mi derrotas que son muchas; por lo tanto, si me aprecias debes quererla”. Papo se sorprendía cada vez que esto sucedía, pues él hacía lo adverso o callaba cuando se encontraba frente a los suyos y, pensaba en su interior que al hacer lo mismo, mancillaba su orgullo o lo tildarían de débil en un circulo donde quería aparentar una fortaleza ficticia.

Papo, creador de refranes igual que Sancho Panza le recordaba en sus discusiones a Juan sin Miedo la ojeriza aparente que percibía de su amigo para sus familiares, cuando en realidad las cosas estaban a lo contrario; Juan siempre guardaba silencio y pensaba sacando a flote en su pensamiento, uno de los refranes de Papo “el tiempo será el mejor testigo”.

Hoy estuvieron juntos en el estadio de Pachuca, despidiendo al ex jugador de futbol Miguel Calero, quien falleció en un hospital de la capital después de sufrir un paro cerebral, llegaron a un lugar apartado antes de que sacaran el ataúd a la gramilla y llorando se abrazaron mientras Juan sin Miedo le decía a Papo “donde están los que te decían que eras el mejor, los que te buscaban en momentos de tu gloria o cuando acababas de cobrar la quincena; acá solo estamos los que te queremos de verdad.

Salieron paralelos y respiraron el aire puro de la ciudad hidalga, airosa y bella de Pachuca, se perdieron a la distancia prometiéndose mutuamente el abandono a los rumiajes de sus recuerdos pasados y pusieron la vida en el horizonte rojizo de esa tarde llena de lágrimas y recuerdos.

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