miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Debemos dar limosnas?


Por Rodrigo Rieder
 

Escribir sobre dar o no dar limosnas, es algo que he mantenido pendiente de escribir, hoy me atrevo después de negarle una limosna a una señora que llorosamente me la solicitó en una parada larga frente a un semáforo dañado en la calle 84 de Barranquilla. Inicialmente me sentí culpable y no sabía de qué después que la vi alejarse pidiendo entre las filas de vehículos.

Y es que el oficio de ser limosnero se ha vuelto un negocio en la ciudad y en el país; esto no quiere decir que no existan quienes necesitan de verdad, pero el pedir se ha vuelto una manera fácil de conseguir dinero y, no escribo “sin trabajar” porque muchas personas han tomado la mendicidad como una forma de laborar diariamente.

Este tema lo he considerado delicado por cuanto muchas personas creen que dando limosna contribuyen a solucionar algo en quién la solicita, ello contradice mucho con mis pensamientos pues una persona no soluciona su problema con lo que recibe, solo lo apacigua y en ese apaciguamiento se va dando cuenta de cuán fácil es conseguir sin compromiso, el recurso que le mitiga momentáneamente su necesidad.

Muchos jóvenes pueden trabajar, pero ganan más pidiendo limosna, y el tragar fuego y hacer malabarismo con peloticas, bolas u cuchillos no es de ninguna manera trabajo productivo, pero si fácil cuando se tiene la práctica para los malabares.

Algunos de los que piden en las calles fingen discapacidades para dar lastima, ya he sido victima patrocinador de algunos de ellos, hasta que los vi correr de la policía o beber junto conmigo en alguna barra o manejar mejor un carro que yo.

La mayoría de los niños los explotan sus padres, incluso hay algunos que los rentan para hacer de pedigüeños. Los que te dicen que tienen hambre se ofenden, aunque no todos cuando les ofreces comidas porque ellos quieren dinero para comprar droga, licor u otro menester de no urgente necesidad para la subsistencia o la de su familia. Respeto a los que venden algo, (chicles, semillas, pastillas, etcétera) y casi siempre les compro, salvo a los que piden “lo que sea tu voluntad” para causas justas comprobadamente fantasmas como viajes de regreso a su tierras,

Curiosamente en mí  casi siempre están los únicos que justifico que pidan ayuda, los ancianos, y sin embargo la mayoría de ellos trata de sentirse útil y digno, vendiendo algo. De las mujeres, ni hablar, es raro la que no trabaja ya sea vendiendo manualidades o semillas o chicles o lo que sea, pero a las demás nunca les doy nada.

Trabajo y especie

Sería bueno aplicar algunos aditivos a nuestra manera de dar. Por ejemplo si alguien llega pidiendo a tu puerta, puedes decirle que te barra la puerta, te limpie las ventanas, te lave el carro o algo así y le das algún recurso, ambos se sentirían bien al final de la operación; igual podríamos dar en especie; una comida, un vestido, unos zapatos, un consejo o cualquier cosa que alivie el peso que lleva quien “limosnea honestamente”.

Algún sabio dijo: “Quien se acostumbra a pedir, no trabajará nunca más, sobre todo cuando convierta la mendicidad en su trabajo”.

Por ello he considerado efectuar un análisis profundo a la persona a la cual se va a favorecer, porque de pronto en vez de hacerle un bien, le estaríamos ayudando a causarse un mal invirtiendo el recurso cedido en droga, licor, juego o atesoramiento revestido.

Dice el diccionario de la lengua española que tan limosnero es el que da como el que recibe, igual se le dice a la bolsa donde se guardan las limosnas y que el ejercicio de pedir se llama limosnearía.

Se entiende como indigencia al ingreso insuficiente para cubrir una canasta básica de alimentos, vestimenta para un individuo o un hogar, pero no a los que piden por las calles. Vagabundo es el ocioso holgazán que anda de una parte a otra, quien no desempeña ningún oficio, duerme en la calle, pide y no tiene domicilio.

Cómo pordioseros son tildados aquellos que piden en nombre de Dios, de ahí su nombre y por lo regular se vuelve habitual en él pedir limosnas. En fin debemos tener cuidado con nosotros mismos cuando vamos a dar  ya sea a un limosnero, pordiosero, mendigo, indigente, pobre, menesteroso, pedigüeño, vagabundo o vagamundo, eso para sentirnos bien después de dar lo que consideremos se merece quién nos pide.

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