domingo, 16 de diciembre de 2012

Pueblos felices con gente feliz


Pueblos felices con gente feliz

Por Rodrigo Rieder

Es la tierra de los labriegos y pescadores

Pueblos del Cesar en Colombia. Pueblos fantasmas; pueden ser: Llerasca, en Codazzi; Higoamarillo, en Chimichagua; El Carbonal, en Rió de Oro; La Guajirita, en Becerril; Las Pitillas, en San Diego; Arjona, en Astrea. En fin todos los pueblos pequeños del Cesar, son; pueblos de olvido.

Parece como si existieran solo en la imaginación distorsionada de quien regresa de ellos; como me sucedió. Esos pueblos despiertan ahora la perplejidad y el asombro, sobre todo cuando los comparamos a cuando estaban vivos, en tiempo pasado. Ahora siguen viviendo un mundo aletargado y repleto de maravillas distintas.

Muchas viviendas están sin puertas ni ventanas, ya no hay ni ladrones, no se sienten los vientos del soñado progreso, ni tampoco los soles inclementes de calcinantes rayos sobre los tomateros o sembrados frágiles al calor; las viviendas están descoloridas y sus fachadas se parecen a las caras de los muertos, las calles permanecen cubiertas de olvido y de escobillas, de  animales vagabundos por los senderos de piedras o de lodo embarradores de los pies de caminantes.

Muchas sombreadas esquinas, no tienen el peladero habitual donde jugaron trompo y brincaron sobre peregrinas rayadas en el suelo, niños y niñas; se nota el panorama como una pintura inocente donde buscan refugio los desocupados, que en una gran mayoría son todos; allí se mezclan con mariposas; los burros, cerdos y caballos deambulantes por los caminitos perdidos en las lejanías, iguales a la soledad que muestra el poblado donde la mayoría de sus habitantes están sin oficio permanente.

Ayer regresó de Valledupar el hijo de David; en su romántica permanencia en Zapatosa,  se detiene siempre a escuchar el silencio, en el momento no percibe un solo sonido destemplado ni acorde; solo música de aves cuando cruzan el cielo con direcciones desconocidas o murmullos de personas hablando en forma lenta poniéndole melodía a la canción de sus existencias hasta el punto de que cualquiera puede interpretar ese silencio como él del olvido total, es todo lo escuchado en ese momento.

Muchos pobladores en las horas de la tarde se sientan en los bordillos de cualquier calle esperando la noche, así lo hace Beatriz, esposa de David. Ancianos en sus taburetes rumian el pasado y las mujeres englobadas por los embarazos esperan el momento de inaugurar sobre sus catres una nueva vida. David es un inventor de sus propias labores, teje descansos, igual a sueños irrealizables, mientras arregla canoas, pastorea el ganado o recoge los chivos.

En cada pueblo del Cesar igual a los de la mayoría de la costa colombiana, no hay lugar para la codicia, se nota la paz acompañando al olvido y a la indiferencia dándole la mano al silencio. En ese momento pasó una paloma desgarrando el viento con su vuelo lleno de desatino y desesperanza mientras David arreglaba la canoa de otro pescador; eso hacen los calafateros. Maneja los escoplos con destreza, tapa huecos por babor y estribor, acondicionó la proa y ahora desgarra una protuberancia en el interior de la pequeña nave, igual como se desgarra en su pueblo el progreso y la pujanza.

Anoche se acostó temprano, no llegó el fluido eléctrico a surtir de claridad una noche oscura y estrellada y, no pudo prender el bombillo de la sala de su casa de tierra por todos lados menos por el techo, donde la palma tejida y apretujada deja pasar una gotera sobre el televisor en  noches de lluvia persistente; vio descender las estrellas por hilos invisibles repletos de luz; soñó con los ojos abiertos y vio al pueblo flotando sobre sombras creadas por la oscuridad, la noche estaba repleta de mechones y lámparas titilantes, los cucuyos y las luciérnagas surcaban el calor en los matorrales de cualquier patio o en las puertas que dan a las calles de las viviendas.
Amaneció despacio y, despacio los labradores, ganaderos y pescadores se embarcaron en el aire y se dirigieron a sus sembrados, canoas o corrales para seguir administrando sus pobrezas.

No hay ningún monumento en la pequeña plaza. No hay estatua, ni fuente de agua de ningún material; solo algunas trinitarias que nunca se marchitan y que a pesar de sus filosas espinas, no hieren a quien las toca, solo perfuman los dedos de quien las acaricia; en torno a ellas danzan con inocencia los muchachos y muchachas enamorados entre si y, hacen entre ellos el preámbulo de la diversión que los llevará a fundar otras familias o a sus otras desgracias.

Alguien dijo: “éstos pueblos fueron fundados por pastores o labriegos en tiempos remotos y construyeron las primeras casas con paredes de lana y techos de pétalos de flores ahora muertas”.
David ordeña una vaca en un rustico corral construido con alambre de púas, son las cinco de la mañana, toma la espuma de leche más deliciosa del mundo manchada con unas gotas de café y adornada con la totuma más bonita del lugar llevada al corral con amor, por la compañera de sus 20 años de unión; una gallina cacaréa y un pequeño costal con yucas y plátanos es bajado de un burro por el vecino de patio, entrega un pequeño atado de huevos amarrados en forma de ensarta entre majaguas y cabuyas de fique,  pescado salado empacados en una caja de cartón que luego Beatriz guarda con esmero. Estaba entregándole a la mujer de su vecino parte de su esfuerzo cotidiano; solo para eso viven, comen con pasión, sufren con igual manifestación y todo los aconteceres de la vida los viven con ese sentimiento.

Igual David hará con el vecino en unos momentos, le mandará la leche de su vaca a la puerta de su casa, la semana entrante le entregará la canoa completamente lista para que Rufino se haga  a las aguas de la ciénaga de agua dulce más grande de Colombia.
Y así administrarán sus pobrezas ambos, sus familias y sus hijos jamás se quejarán y administran sus pobrezas igual a como lo hacen con la felicidad; se mueven dentro de un ambiente que para cualquier citadino sería incomodo con una facilidad pasmosa.
Allí la vida circula con calma, el tiempo transcurre sin la prisa como se siente en la ciudad; las jóvenes no saben de anticonceptivos y los muchachos mayores juegan como si fueran adolescentes; las bicicletas se observan entremezcladas con los burros cargados con cualquier cosa venida del monte; ¿esa es la Colombia realmente feliz? Si; esa sumida en el atraso, la Colombia que no tiene preocupaciones por el computador o por el vehículo que no llega a recoger los pasajeros; todo se toma con calma, donde los habitantes circulan sin una moneda en el bolsillo y todo lo necesitado pueden lograrlo; allí las arrugas en los rostros son profundas y permanentes igual al olvido en el cual se mantienen tras los años vividos, más no por las amarguras de esos seres que a pesar del sufrimiento que no sienten, realmente son los más felices de la patria.

En la tarde David se sentó frente al tronco de naturaleza muerta al final de la calle frente a su casa; Beatriz le preguntó, -Irás mañana a la ciénaga; -Si no debo perder la costumbre de tirar la atarraya, -te guardaré lo mejor para comer, -dile al nene que corte las hojas de plátano al momento cuando yo asome sobre la calle del campito, para así encontrar todo fresco y caliente; se dieron un beso y fueron al interior de la vivienda a hacer el amor.
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Debemos dar limosnas?


Por Rodrigo Rieder
 

Escribir sobre dar o no dar limosnas, es algo que he mantenido pendiente de escribir, hoy me atrevo después de negarle una limosna a una señora que llorosamente me la solicitó en una parada larga frente a un semáforo dañado en la calle 84 de Barranquilla. Inicialmente me sentí culpable y no sabía de qué después que la vi alejarse pidiendo entre las filas de vehículos.

Y es que el oficio de ser limosnero se ha vuelto un negocio en la ciudad y en el país; esto no quiere decir que no existan quienes necesitan de verdad, pero el pedir se ha vuelto una manera fácil de conseguir dinero y, no escribo “sin trabajar” porque muchas personas han tomado la mendicidad como una forma de laborar diariamente.

Este tema lo he considerado delicado por cuanto muchas personas creen que dando limosna contribuyen a solucionar algo en quién la solicita, ello contradice mucho con mis pensamientos pues una persona no soluciona su problema con lo que recibe, solo lo apacigua y en ese apaciguamiento se va dando cuenta de cuán fácil es conseguir sin compromiso, el recurso que le mitiga momentáneamente su necesidad.

Muchos jóvenes pueden trabajar, pero ganan más pidiendo limosna, y el tragar fuego y hacer malabarismo con peloticas, bolas u cuchillos no es de ninguna manera trabajo productivo, pero si fácil cuando se tiene la práctica para los malabares.

Algunos de los que piden en las calles fingen discapacidades para dar lastima, ya he sido victima patrocinador de algunos de ellos, hasta que los vi correr de la policía o beber junto conmigo en alguna barra o manejar mejor un carro que yo.

La mayoría de los niños los explotan sus padres, incluso hay algunos que los rentan para hacer de pedigüeños. Los que te dicen que tienen hambre se ofenden, aunque no todos cuando les ofreces comidas porque ellos quieren dinero para comprar droga, licor u otro menester de no urgente necesidad para la subsistencia o la de su familia. Respeto a los que venden algo, (chicles, semillas, pastillas, etcétera) y casi siempre les compro, salvo a los que piden “lo que sea tu voluntad” para causas justas comprobadamente fantasmas como viajes de regreso a su tierras,

Curiosamente en mí  casi siempre están los únicos que justifico que pidan ayuda, los ancianos, y sin embargo la mayoría de ellos trata de sentirse útil y digno, vendiendo algo. De las mujeres, ni hablar, es raro la que no trabaja ya sea vendiendo manualidades o semillas o chicles o lo que sea, pero a las demás nunca les doy nada.

Trabajo y especie

Sería bueno aplicar algunos aditivos a nuestra manera de dar. Por ejemplo si alguien llega pidiendo a tu puerta, puedes decirle que te barra la puerta, te limpie las ventanas, te lave el carro o algo así y le das algún recurso, ambos se sentirían bien al final de la operación; igual podríamos dar en especie; una comida, un vestido, unos zapatos, un consejo o cualquier cosa que alivie el peso que lleva quien “limosnea honestamente”.

Algún sabio dijo: “Quien se acostumbra a pedir, no trabajará nunca más, sobre todo cuando convierta la mendicidad en su trabajo”.

Por ello he considerado efectuar un análisis profundo a la persona a la cual se va a favorecer, porque de pronto en vez de hacerle un bien, le estaríamos ayudando a causarse un mal invirtiendo el recurso cedido en droga, licor, juego o atesoramiento revestido.

Dice el diccionario de la lengua española que tan limosnero es el que da como el que recibe, igual se le dice a la bolsa donde se guardan las limosnas y que el ejercicio de pedir se llama limosnearía.

Se entiende como indigencia al ingreso insuficiente para cubrir una canasta básica de alimentos, vestimenta para un individuo o un hogar, pero no a los que piden por las calles. Vagabundo es el ocioso holgazán que anda de una parte a otra, quien no desempeña ningún oficio, duerme en la calle, pide y no tiene domicilio.

Cómo pordioseros son tildados aquellos que piden en nombre de Dios, de ahí su nombre y por lo regular se vuelve habitual en él pedir limosnas. En fin debemos tener cuidado con nosotros mismos cuando vamos a dar  ya sea a un limosnero, pordiosero, mendigo, indigente, pobre, menesteroso, pedigüeño, vagabundo o vagamundo, eso para sentirnos bien después de dar lo que consideremos se merece quién nos pide.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Juan sin Miedo comprende a Papo.


Por Rodrigo Rieder



Juan sin Miedo era un soñador que siempre pensó que la vida estaba llenas de simplezas y así trataba a todos los seres que conocía, hasta el punto de confiar en la honestidad de la gente a pesar de que se daba cuenta de quién o quienes mentían; se hacia el que creía y seguía por la vida cada día conociendo más de ella. “Llegué a creer ser dueño de mi vida, hasta que un sacerdote me dijo que mi vida pertenecía a Dios”; comentó una vez cuando alguien le dijo que solo era propietario de una posible pensión que no había tramitado.

Se había modernizado hasta el punto de manejar computadores, tablas electrónicas, teléfonos celulares, juegos de videos y demás, pero de nada le servía pues algunas veces recibía humillaciones de los propietarios físicos de los elemento por ocuparlos, basado en la forma simple como él veía el mundo. “Pensé equivocadamente en el desinterés de las personas”; dijo a su amigo de Oaxaca, una vez que recibió su visita en una vivienda que compartía en el sector viejo de Tampico.
Juan sin Miedo, nunca odió a nadie; ni siquiera a los que los trataban con desdén a pesar de estar emparentado con los que le hacían desplantes solo porque los incomodaba con su presencia en el lugar que ellos antes ocupaban. No fumaba, no era amigo de los juegos de azar, no consumía licor, ni drogas alucinógenas, pensaba que la mentira era una falsedad genuina o una falsedad selectiva y la usaba cuando deseaba mostrar algo en su estilo particular de decir las cosas, pero se trataba de un hombre sano. “Mentir es un recurso fácil de valer sin tener que pasar por esfuerzos ni penurias, aunque el precio que se corre es la posibilidad de ser descubierto”, así pensaba él de la mentira.

Tenía un carnal que como Sancho Panza siempre lo acompañaba a todos los lugares por donde circulaba, igual al “Quijote”. Con él discutía muchas cosas en silencio, pues había aprendido a hacerlo después de varios altercados donde prefería silenciarse para mantener el aprecio por su carnal, quién además hacía de confidente medio fidedigno de todos sus secretos. Pepe era agresivo y mal hablado en muchas oportunidades, pero Juan sin Miedo aprendió a manejar de cierta forma su temperamento logrando minimizar las bochornosas discusiones que en la mayoría de las veces se ocasionaban por circunstancias baladíes.

Juan sin Miedo, hombre muy hábil en manualidades e ideas, se enredaba muchas veces en sus pensamientos y en sus palabras, haciéndoselas incomprensibles a Papo; quien, por su parte, recurrirá a los refranes o a hechos pasados y sucedidos en su familia para compensar su ignorancia en muchos temas. Algunos ejemplos son:

• Donde una puerta se cierra otra se abre

• No es con quien naces, sino con quien vivas

• De noche todos los gatos son pardos

• Ándeme yo caliente, ríase la gente

• Cuando a Roma fueres, haz como vieres



Igual Papo, se mostraba iracundo y rabioso cuando se equivocaba en algún acontecer, dicho o hecho o cuando Juan sin Miedo hacia las cosas a su entender desconociendo las indicaciones de su carnal.

Juan sin Miedo jamás se interesó por el dinero, jamás hablaba de él, ni hacía referencias a los esfuerzos que hacía para complacer a los de su entorno, no se creía una persona excepcional, peri si le gustaba que las personas que amaba y aunque fuesen pocas, le dieran su valor frente a los demás, él lo hacía así y exteriorizaba siempre: “quién crea quererme debe amar a las personas que yo amo”, así andaba por su México del alma, cantando rancheras, amando los cactus de su Sonora del recuerdo que enterró aquel día que decidió caminar por la vida junto a Papo.

Una vez llegó a casa de Juana, una vieja amiga de Tampico y al presentarle a Papo le dijo: “tú eres mi familia pero esta persona que te presento me acompaña en mis triunfos que son pocos y, en mi derrotas que son muchas; por lo tanto, si me aprecias debes quererla”. Papo se sorprendía cada vez que esto sucedía, pues él hacía lo adverso o callaba cuando se encontraba frente a los suyos y, pensaba en su interior que al hacer lo mismo, mancillaba su orgullo o lo tildarían de débil en un circulo donde quería aparentar una fortaleza ficticia.

Papo, creador de refranes igual que Sancho Panza le recordaba en sus discusiones a Juan sin Miedo la ojeriza aparente que percibía de su amigo para sus familiares, cuando en realidad las cosas estaban a lo contrario; Juan siempre guardaba silencio y pensaba sacando a flote en su pensamiento, uno de los refranes de Papo “el tiempo será el mejor testigo”.

Hoy estuvieron juntos en el estadio de Pachuca, despidiendo al ex jugador de futbol Miguel Calero, quien falleció en un hospital de la capital después de sufrir un paro cerebral, llegaron a un lugar apartado antes de que sacaran el ataúd a la gramilla y llorando se abrazaron mientras Juan sin Miedo le decía a Papo “donde están los que te decían que eras el mejor, los que te buscaban en momentos de tu gloria o cuando acababas de cobrar la quincena; acá solo estamos los que te queremos de verdad.

Salieron paralelos y respiraron el aire puro de la ciudad hidalga, airosa y bella de Pachuca, se perdieron a la distancia prometiéndose mutuamente el abandono a los rumiajes de sus recuerdos pasados y pusieron la vida en el horizonte rojizo de esa tarde llena de lágrimas y recuerdos.