jueves, 16 de diciembre de 2010

EL BRUJO, EL COMERCIANTE, EL CONDOR Y YO.
















EL BRUJO, EL COMERCIANTE, EL CONDOR Y YO.

Por Rodrigo Rieder

Había llegado al lugar sobre la Sierra Nevada obligado por la situación de escasos recursos por la que pasaba en esos momentos y había alquilado mi carro, un jeep blanco modelo 70 que servía de taxi en Valledupar; estaba sentado sobre un árbol caído mirando el horizonte y rumiando el futuro; el frío me calaba los huesos y a la distancia observaba como mi transportado cliente sacaba un mantel rojo a cuadros y se lo mostraba al brujo quien reposaba sobre una banca de madera ubicada debajo de la enramada que contenía el cernido sereno que caía del cielo gris.
El nigromante se llamaba Baudilio; un kankuamo muy visitado por enfermos, políticos, profesionales y viejas beatas que cansadas de pedir imposibles a términos rápidos en la iglesia, y entonces decidían venir donde él para tratar de aligerar sus intenciones.
Las orejas y la nariz estaban frías, una helada visita acariciaba mis mejillas cuando de pronto sentí un aleteo suave y fugaz; alcé la vista y sobre el cerro que tenía al frente vi cruzar cortando la brisa a la bella y grandiosa ave; movía el pescuezo mirando para la oquedad donde abajo corrían cristalinas aguas; allí estaba el cadáver de un perro según observé a la distancia.
Me acomodé en el tronco buscándole a las nalgas el menor maltrato y observé la picada del alado animal sobre lo que podría ser su almuerzo, miré el reloj, las 12 del mediodía. Pasó y pasó rasante, pero no se atrevió a posarse en ningún lugar; de pronto sentí el sonar de unas tapas de ollas y miré hacia la casa del brujo Baudilio; se trataba de una especie de exorcismo donde al parecer se ahuyentaba la mala fortuna del comerciante hotelero quien tenía dificultades para vender sus comida; me dije: “Cada quién cree en lo que desea creer” y superé la distracción al ver al cóndor sobre la rama de un árbol solitario muy cercano a la mortecina.





Entonces si lo vi detalladamente , él es un símbolo nacional de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador, y tiene un importante rol en el folklore y la mitología de las regiones andinas de Sudamérica; cuando pensaba en ello vi su negro plumaje y el hermoso cuello blanco purpura; la roja cabeza que meneaba a cada instante como espantando mosquitos que revoleteaban su pescuezo, este se me parecía al miembro viril de los perros.
Silencioso como un veterano de cualquier especie animal, pausado en sus movimientos y altivo en su porte natural, me hizo sentir al igual que él; “el mundo es abierto como el horizonte que visualiza el cóndor en las alturas” pensé, “hacía donde irá mi vida” volvía a pensar y me sumí en la planificación que me permitía la paz, el frío y la tranquilidad que se vive en la Sierra Nevada de Santa Marta.
El cóndor andino se encuentra distribuido a lo largo de la Cordillera de los Andes, desde el sur de la Tierra del Fuego (Argentina y Chile) hasta el occidente de Venezuela, su área máxima de difusión hacia el este se ubica en Argentina alcanzando el Océano Atlántico en las provincias de Santa Cruz, Chubut y Río Negro. Sin embargo, en Venezuela fue declarado en extinción, y en Colombia, el Perú y Ecuador sus poblaciones naturales han disminuido.
Hoy ya próximo al comienzo de ser vencido por los años me siento como ese legendario cóndor; buscando carroñas de una vida que está pasando sin que me diese cuenta de las reales importancias que en ella hay, de las pequeñeces que engrandecen al hombre y que pasan como pasó el vuelo del cóndor sobre mis sienes en un momento de espavilación mientras rumiaba el futuro de mi vida sobre aquel tronco del viejo frailejón caído.


Es el año de 1972, ye tengo recorridos por Puerto Rico, Trinidad y Tobago, Venezuela y Guyana, no valoro el precio de la libertad en ese momento de ver al cóndor, tampoco dimensiono en mis cavilaciones sobre la inmensidad del cielo y de las montañas que me rodean de cuan bello es tener la autonomía sobre sí mismo para decidir, actuar y otras cosas que pasan a ser alimento del ser integralmente.
Ahora al escribir soy sexagenario y veo la vida de una manera diferente a cuando fui por la vida en alguna oportunidad, vagando sin saber que deseaba y se me fueron los años sin que me diese cuenta.
Vuelvo a la realidad y miro al lugar donde el cóndor saca presas del cadáver del perro, los pocos pasos que da para acomodarse son torpes, pero la mirada es inquieta y está coordinada con movimientos involuntarios muy agiles, las plumas le brillan al reflejo del poco sol que se filtra por entre las nubes. Engulle sin prisa y se mueve en un recodo de la falda montañosa donde otras aves carroñeras esperan que él termine su faena para entrar a rematar lo que reste del barcino despojo.
Escucho los murmullos de la conversación, me pongo de pie y camino hacia el lugar donde Baudilio está entregado unas botellas de brebajes y unturas al comerciante de hotel junto a las explicaciones de uso y a las predicciones de lo que podría suceder en el futuro. Llego a la enramada cuando las conversaciones han concluido noto en la pronunciación o el acento del hechicero que habla un mal español, por ejemplo decía: antonces por entonces, estabanos por estábamos; me pregunté, como vienen personas profesionales a consultar a este señor que no sabe ni hablar.
Lo anterior lo reflexioné tras ver un paquete de fotografías expuestas como trofeos, de reconocidas personas de la política, la medicina, farándula y demás donde se apreciaba en su momento como acompañaban a Baudilio, quien narró luego como muchos personajes con distinciones de gobernantes fueron tratados por él.
Cada quien tiene en su cabeza y entender a un mundo, pensé; dispusimos el regreso y cuando conducía el jeep por la serpenteante vía, miré el horizonte y ahí volaba el cóndor; él igual que el brujo andaba sobre algo que ambos creían conocer; el hotelero mexicano y yo tal vez estábamos desorientados.
Todos somos sabios en lo que manejamos, en ese momento yo lo era como conductor, ahora me creo sabio en la reflexión y 28 años después escribo sobre ello.
El hechicero supe años después había muerto de cirrosis, el comerciante se fue a montar un hotel a Bogotá donde la gente come más y a menudo, el cóndor debe tener generaciones que derivaron de sus apareamientos con alguna cóndor de la Sierra Nevada y yo un periodista en el ocaso de sus intenciones de escribir crónicas como está, donde hago reflejos de una vida llena de todo donde ahora veo la felicidad de una manera distinta.

viernes, 13 de agosto de 2010

Cuento de un burro

Aprendiendo de los burros
(Cuento)

Por Rodrigo Rieder Durán

Algunas de las noches eran alumbradas por una luna plomiza; en el potrero se veían los mogotes de paja recortados por la mitad a causa de los mordiscos de quienes se alimentaban con las ásperas hojas. “El Morito”, era un burro de buena alzada, mi abuela lo recibido de su esposo Ulises, quien lo había traído de Guacochito a su regreso de La Jagua del Pilar donde mi tío abuelo Ciro, tenía una recua de bestias en el “Paso del Marquezote”.

“El Morito”, un haragañon versátil, recorría la guardarraya del potrero rebuznando cuando algunos viajeros de paso con sus animales cargados para el pueblo o para sus fincas, circulaban por el camino que pasaba por el frente de la casa de la parcela donde habían sembrados de toda clase de frutales y una acequia refrescaba el ambiente donde en muchas noches vi como se procesaba el jugo de la caña de azúcar y convertido en panelas, luego eran llevadas al mercado al lomo de “El Morito”.

Un domingo en la tarde regresábamos del pueblo y al pasar una acequiecita, al burro se le dio por detenerse a beber agua, venía cargado por el lado derecho con un mochilón lleno de los complementos para los alimentos que no se producían en “La Palestina”, por el lado izquierdo; Carmelo, uno de los ayudantes, se las había ingeniado para amarrar una maquina de coser recién comprada con la que mi abuela Rosa pretendía remendar y hacer vestidos a mis tías, a mi madre y a mi abuelo; el jumento tenía la cabeza baja tragando sorbos de agua fresca cuando de pronto le llegó el olor de unas burras que estaban reposando bajo un frondoso árbol; alzó la mirada, rebuznó fuerte, se echó tres peos y salió corriendo tras las congéneres que emprendieron la huida; se trataba de un burro terco, no le importó llevar la pesada carga para iniciar una persecución en la cual fueron cayendo gavetas, rollos de tela, paquetes de compras y demás elementos comprados en la tienda de Rodolfo, mi abuelo por parte de mi papá.

Nosotros atónitos mirábamos el espectáculo emocionados, “El Morito” no se daba por vencido y a la distancia pudimos ver como consumaba sus ganas de sexo después de haber dejado un reguero de elementos en su afanado recorrido por alcanzar a la burra que se apartó del grupo para luego disminuir la carrera y esperar al ansioso perseguidor con la pausa característica del, “sin querer, queriendo”.

Mi abuela nos ordenó una espera y junto a los mayores del grupo se dedicaron a recoger las cosas que el desesperado burro había regado en el monte; cuando lo interceptaron estaba tranquilo, vino sumiso al lugar donde se le ajustó nuevamente la carga tras las lamentaciones de mi abuela por el maltrato de su nueva maquina de coser.

Fui creciendo y en el tiempo igual me di cuenta como “El Morito” perdía sus energías; una vez cuando ya estaba estudiaba secundaria, lo monté para ir a La Palestina, me di cuenta como él prefería la sombra en el camino, no se detuvo un instante en su rítmico andar, llegó al portón de la parcela y se estacionó para que yo pudiese abrir el cerrojo sin apearme, luego al cruzar la línea de entrada, nuevamente se acomodó para facilitarme la aplicación del pasador de la puerta; cuando escucho el chasquido, reanudó la marcha y llegamos a la estancia.

Al rato sentí unos golpes secos sobre la tierra, estaba sentado frente a mi tía Teresa y mire al burro; ella me dijo, “hay que quitarle el sillón”; lo hice ignorantemente y, por tratar de hacerlo mejor quise bañarlo en la acequia, de pronto escuche una voz que me dijo “los burros no se bañan, ellos se revuelcan solos”; entonces lo solté en el potrerito al lado de la casa. “El Morito” tranquilo se retiró un rato debajo de un carreto frondoso, bajó las orejas, cerró los ojos y se quedó inmóvil. Ahí aprendí que los burros duermen de pié, que nunca se quejan, no lloran, no muestran alegría ni tristezas, no se enamoran pero si sienten afecto, las hembras son las mejores madres, aprenden cosas y no se avergüenzan de ser burros.

Siendo un adulto, una tarde venía con Efer y Abdú; dos de mis hijos; ellos se entusiasmaron con el circo que acababa de llegar al pueblo; nos acercamos en el momento que estaban alimentando los leones, un burro joven sería el plato de ese día para los felinos. Los utileros trataban de hacer entrar al jumento a la jaula donde estaban las fieras rugiendo; la presa no se quejó, solo ponía resistencia para entrar, estaba lleno de temor; noté que se orinó de miedo en completo silencio.

Sentí odio por los que obligaban al animalito a entrar al sitio de muerte; llame a mis hijos a un lado para que no presenciaran la barbarie y solo supe que se había consumado el sacrificio cuando los leones dejaron de rugir; se estaban comiendo al burrito.

Lloré en mi soledad, si; me acordé de “El Morito”, de sus travesuras, paciencia, instinto y voluntad para transportar a quien subió en su lomo; hoy cuando recorro las carreteras de mi patria, también me acuerdo de él; ya no hay burros, ni adentro, ni afuera de los potreros, no se ven por ningún lado, pero ya no son los leones los que se comen a los burros; somos nosotros; si, nos los comemos en mortadelas y salchichones, si; somos nosotros, ya no hay circos en los pueblos, ni burros en los montes; ¿quienes más pueden ser?




sábado, 12 de junio de 2010

Regresando a casa

BACK HOME By Rodrigo Durán Rieder The output of Tel Aviv, it was exciting when we came to Bel-Gurion Airport, accounted for some of us travel on the same plane, others were returning through different companies, some of their own countries, did not see Avianca, I settled for it to be "American", the name alone gave me tranquility, the small groups of friends we select each other, talked pleased with the reelection of President Bush as he called occasionally to small groups of three to five to address until my turn came, we would scale in major cities such as Cairo, Paris, Madrid, Caracas before arriving at Bogota, so I thought when I got to the row of three seats on the right side inside the modern and luxurious ship. It was cold and the night was dark, my row mates were unknown, the unit took off, initially spoke in monosyllables until we entered our confidence and joy mix produced by the rewarding return but with empty pockets, but if their hearts full of many things, the kind that are "live" people in a healthy manner and as God commands. The night sky feels dark, flying clouds, often imaginary, as the view goes some way after crossing the window in that immensity where an illusionary thinking that you can grab the stars, the rhythmic step of the cabineras at times of requests of the passengers became somewhat uncomfortable, strong noise of the turbines, some travelers tocesitas and whispered conversations became common to hear even when each ad broke the sound and everyday travelers. I slept a slight pause, the sun's rays were bright landed again and again with the same take-off roofs of houses, landscapes and skylines to view.



The most beautiful of the trip came when the green appeared pictures of Boyaca was sweeping savannahs, astonishing beauty after having used the hearing to the funds of yellow ocher land of Jaffa, Nablus or Aqaba, these moments were changed some faces passengers, some had reached their destinations and the plane had left other dresses were different from when we left, some sleeping and tired and more continue to Brazil. This country has more significance because back in those distant lands, I think it will be for his size, football, jungle and coffee. El Dorado was warm, no one to know we received, only Bogotá opened his arms and while the vehicle was carrying me to the place where we would stay about 10 days to finalize our management, the city felt very mine and as if born here "by Home at Last "I said. So it feels when you return to the homeland he felt, loved and cried defended in the distance is now history. As I write, new projects arrive, Villavicencio now looms as an expectation home, while reading at the seventh between 22 and 24, the same facade of "Jorge Eliecer Gaitan" the same and equal cartoneros sellers at night are replaced with pansies and scavenging whores bread every day in the constant bustle in the cold and mistrust. After a while, fiddling on the north, Santa Barbara, were the same as luxury cars, not looking for the old board, but packers, brown cabungos wearing leather jackets and dragging rolls consonants when speaking and holding black umbrellas , the same observers and equal showcases beautiful ladies walking and moving hips mortify the feelings of a man who now sees life more beautiful than ever. roridu2000@gmail.com