lunes, 6 de febrero de 2023

LUCHO MARTINEZ UN ICONO DE CODAZZI


Por Rodrigo Rieder

Como pasa el tiempo y la mayoría de las veces no nos damos cuenta y cuando venimos a percatarnos ya estamos un poco cansados, las arrugas están profundas, el pelo es ralo en la cabeza tratándose de nosotros los hombres, a quien nos crece la barriga y nos llenamos de experiencia y precaución para actuar.

Ayer sábado, Luis Enrique Martínez Alfaro y su esposa Estela fuimos invitados a almorzar en la residencia de una de sus hijas: Dina acá en Valledupar, concretamente en el barrio Don Carmelo.

PERDIDO



Salí de “Royce” en Guacochito muy temprano, aproveché para ir a visitar a Rodolfo uno de mis hijos y luego fui a orar un rato en medio de una soledad tremenda dentro del vehículo rodeado de otros automotores por donde pasaban motos, ciclas, carros de mulas, vendedores en carretilla, heladeros, camiones y lujosos autos.

Quise estacionarme ahí para doblegar el tedio de la tranquilidad en la que vivo en ese pueblecito que muchos le llaman “corroncho”, pero muy lleno de paz y un grupo grande de parientes orgullosos del caserío, humildes y hasta feos como me decía alguien, pero a quienes acepto con mucho cariño sin tratar de querer cambiarlos; así son felices e igual me dejan serlo a mí.

Cuando encendí el auto para ir a Don Carmelo idealicé la dirección al inicio de una de las vías de entrada y salida de Valledupar y tomé la avenido Simón Bolívar rumbo al terminal de transportes; cuando sobrepasé al Aeropuerto Alfonso López me di cuenta que me había equivocado y regresé a tomar la vía a Fundación, ruta por donde está la entrada del barrio Don Carmelo.

Este extravío me hizo pensar en los años que llevo entre pecho y espalda que ya comenzaron a afectar la memoria. Al entrar al sector venía un señor con un cartel rojo donde había una leyenda; leí me detuve, lo llamé porque el contenido y el señor bien vestido se me acercó; tenía un aroma a colonia “María Farina”, el pelo completamente negro (teñido) y unos zapatos blancos resaltaban en los pies donde un pantalón negro y bien planchado entregaba la sensación de una empedernida soltería, lo llamé y comenzó a hablar sobre las actuales formas de ser de las damas de hoy en día.

Estuvimos en desacuerdo y tras tal situación encontré la dirección de Dina Liceth Martínez; en la puerta de la casa frente al parque estaba “Lucho” su padre haciéndome señas que: ahí estaba la casa.

Estela y su hija Dina me esperaban con Cecilia, quien no pudo ir conmigo por tener obligaciones médicas; hablamos poco y vino el suculento almuerzo que luego se convirtió en una charla sabrosa donde les conté parte del transcurso de la vida mía que ellos desconocían.

Vi a Estela llena de vida, ella es una dama ejemplar; siempre dije que “Lucho” había salido premiado en su matrimonio con ella. Tienen hoy cuatro hijos hermoso ya casados e igual de felices que sus padres: Luis Enrique, Julio Cesar, Dina Liceth (anfitriona) y, Heidi Estela.



RECORDÉ AL AVISO QUE LLEVABA EL SEÑOR

Cuando hacía ésta reflexión recordé al señor del cartel a la entrada del barrio. En silencio me dije: -“Sera posible encontrar una dama con esas condiciones”- Entonces los miré a ellos dos y ahí estaba una mujer con esas condiciones; Estela Daza Cuello, la esposa de Luis Enrique Martínez Alfaro mi amigo de la juventud y a quien considero junto a mi primo Rodolfo Murgas Rieder; las dos personas más correctas que he conocido.