Cualquier día en Murillo, un pintoresco corregimiento del
municipio de Guamal, el padre de Rafael le dijo: “conocí un pueblo donde el
comercio abunda, hay gente de todas partes y debe ser muy bueno para exponer tu
música”.
Moya Barros estaba joven y ya casado con Dary escuchó esas
palabras estacionadas en su cerebro pero de vez en cuando le daban vueltas; una
tarde mirando correr las aguas del río Magdalena miró fijamente el rojizo sol y
hablándose a sí mismo, dijo “mañana me voy a buscar futuro”.
Esa mañana comunicó a su esposa la decisión de partir, le dio
un beso al bebé, abrazó a Dary y salió
por la puerta del frente de la casa de sus padres llevándose una guitarra y
unos pequeños bongos que él mismo había construido.
Llegó a Codazzi con una polvareda sobre su pelo y los
hombros de la camisa, se dirigió al mercado donde pretendía encontrar a una
hermana que se había casado y su esposo la había llevado a vivir a la entonces “Capital
Algodonera de Colombia”; al estar
feneciendo el día el mercado público estaba vacío, pero pudo preguntar por un
violinista llamado Marcos Almaralez, de quién le había hablado su papá.
Regresó en la mañana siguiente y conoció al diestro
violinista, quien le habló de otros músicos del pueblo como Carlos Paredes,
Luís Álarcon y sus hermanos: "El
Poli” y “El Chino”, guitarristas y bajistas a quienes inicialmente no les cayó
bien por la forma como él cambiaba la sonrisa por la seriedad en el rostro de
una manera intempestiva.
El violinista Almaralez le dijo antes de ir al primer toque
musical a una fiesta donde fue invitado: “Para estar metido en la música debes
penetrar nuestro territorio, el de escamar pescados”. Marcos vendía pescado en el mercado, los
hermanos Alarcones tenían una pequeña parcela donde sembraban algodón y Carlos
Paredes atendía unos pequeños cafetales de propiedad familiar sobre la Serranía
de Perijá. Ahí comenzó la vida de Rafael Moya Barros como codasence.
VANGUARDISTA
Siempre fue el primero en llegar a cualquier evento donde
hubiese espectáculo musical en Codazzi, ya fuese cultural, político o de
competencia; siempre ha tenido una canción compuesta por él para cada
acontecimiento moderno y de actualidad que esté pasando en el mundo, jamás se
ha negado a interpretar una canción; ejecuta con su guitarra todos los aires o
ritmos que hayan pasado por sus oídos, jamás pregunta cuánto le van a pagar por
las presentaciones y lo hace con cariño y voluntad.
Le ha compuesto y cantado a Codazzi más de 30 canciones de
su autoría y está al tanto del acontecer del que él llama su pueblo, y del
mundo.
EN BARRANQUILLA
Sonó un teléfono, sentí la voz un poco cansada de Rafa y me dio
mucha alegría al saber que estaba en la misma ciudad donde yo estaba, me
programé y resolví ir a verlo; aunque
hablamos muchas veces por teléfono hacía algunos años que no lo veía. Ahí
estaba con una camisa roja a cuadros, la mirada ya gastada por los años, pero
la figura y su sonrisa estaban intactas.
Nos abrazamos, le vi los ojos con los lagrimales húmedos y
comenzó a contarme como había sido su vida en mis 46 años de ausencia de la
tierra que me vio nacer; igual le conté de mi secuestro, de mis viajes al
exterior, de cómo nos había cambiado la vida y salimos a llevar a su esposa a
una consulta médica en una clínica de la
ciudad.
Estaba triste, su esposa con cáncer en un riñón y él con una
diabetes diagnosticada como de las fuertes; hicimos el mandado y nos
comprometimos vernos en la mañana siguiente para ir a que interpretara dos
canciones en una emisora barranquillera.
Lo encontré a las 6 de la mañana en la esquina del barrio
Las Moras esperándome, fuimos a la radiodifusora y mientras hacían otras
presentaciones, observé una importante enseñanza de la vida en su rostro; en él
estaba consignada una vida llena de firmeza, aventuras, sufrimientos, música y
felicidad; traía una violina acomodada a su nuca y ejecutó dos canciones que me
hicieron volver a un pasado lleno de nostalgia y de recuerdos que ahora se
revivían con la presencia de Rafael Moya Barros, un codasence que sin serlo es
más paisano mío que algunos que olvidaron esa hermosa tierra que nos vio nacer.
Es hora de hacerle un homenaje a este hombre en Codazzi, yo
me siento con el deber cumplido al escribir éstas líneas antes de que se
apaguen sus ojos ya marchitos por el paso del tiempo a fin de darle un poco de
brío a esa enérgica alma que guarda en su corazón éste importante embajador de
Codazzi.
No sé si nos volvamos a ver, pero quiero que sepan mis
paisanos; que de éstos hombres no se dan
en las esquinas; que debemos resaltar los valores que han morado en
nuestra tierra que aún con un Festival de Música Vallenata en Guitarra, desconoce lo que tiene en sus adentros y ha
olvidado a muchos de sus hijos importantes hoy regados por el mundo.